sábado, 27 de febrero de 2010

PROHIBIDO EL INGRESO DE ALIENS

(Post originalmente publicado en el blog amigo Una Pálida Idea el 27/02, quien me invitara generosamente a escribir una reseña sobre alguna de las películas nominadas al Oscar 2010)


Hoy voy a hablarles de Distrito 9, film que llamó poderosamente mi atención el año pasado, principalmente por su argumento, vinculado con la problemática del racismo y la xenofobia y su modo particular de narrarlo, en el cual se da una cruza de géneros poco usual: sin que se noten las costuras, la peli arranca como un documental clásico pero luego se irá convirtiendo en una bien de acción.
El nudo principal de la película surge de un interrogante tan sencillo como inquietante: Si algún día llegasen extraterrestres a nuestro mundo... ¿cómo actuaríamos, cuál sería nuestra reacción, qué haríamos con ellos? Los atisbos de respuesta que nos ofrece el film no son muy alentadores al respecto. Alguna vez, el divulgador científico Carl Sagan postuló que el sólo hecho de hacer contacto con otras especies inteligentes provocaría en la Humanidad un salto cualitativo y cuantitativo hacia una Nueva Era. Bueno, este film no comparte ese entusiasmo y en cambio sí guarda cierta similitud con el último trabajo de James Cameron: si en Avatar, el ser humano sale a conquistar planetas en su búsqueda desenfrenada de nuevos recursos minerales, barriendo en el camino a cualquier cosa viviente que se le interponga, en Distrito 9 los visitantes alienígenas son despreciados por el ciudadano de a pié y motivo de atención para las multinacionales por su avanzado armamento. Bastante desolador el panorama.
Distrito 9 es la ópera prima de Neill Blonkamp, un joven realizador sudafricano que anteriormente había dirigido el corto
Alive in Joburg, trabajo con el que impresionó hondamente al director neozelandés Peter “El Señor de los Anillos“ Jackson, quién, rápido de reflejos, le sugirió adaptar la premisa principal del corto a un formato de largometraje.



El film comienza con una serie de materiales de archivo de TV y entrevistas a cámara a distintos especialistas (sociólogos, historiadores, etc) que se encargan de ponernos en situación: todo transcurre en el presente, en la ciudad de
Johannesburgo, Sudáfrica. Se han cumplido casi 30 años del arribo de una extraña y gigantesca nave extraterrestre, que se posa sin previo aviso sobre la ciudad y allí se queda. Un tiempo más tarde, los científicos encargados de hacer contacto descubrirán que dicha nave es habitada por un contingente de aliens obreros a la deriva, al borde de la inanición y en pésimas condiciones sanitarias, que al parecer huyeron como pudieron de su planeta de origen a causa de algún desastre mayor. Y a la humanidad, en un gesto por demás mezquino, no se le ocurre peor idea que alojar a los nuevos visitantes en el Distrito 9, un barrio sumamente precario junto a las capas más pobres de la población[1] quienes, pese al esfuerzo denodado de algunas ONG de derechos humanos por integrar a ambas culturas, ya no soportan a estos extraterrestres debido a sus costumbres extrañas y su comportamiento errático y sólo desean que alguien los expulse definitivamente de allí. Mientras tanto, el Gobierno comienza a dividir la ciudad en sectores Humanos y No-Humanos, y a ambas razas se les prohíbe terminantemente entrar en el territorio del otro, con el aparente fin de “evitar conflictos”. Desprovistos de recursos, los langostinos -nombre vulgar con que son apodados los extraterrestres, por su supuesto parecido con aquellos crustáceos marinos- comienzan a hurgar desesperados en la basura, a saquear comercios y vagar por las calles buscando algo de comida[2].


Finalmente se le encarga la tarea de desalojo a MNU, MultiNational United, una megaempresa vinculada al desarrollo y venta de armas de combate que intenta sin éxito manipular las armas extraterrestres, que sólo responden a su ADN y resultan inútiles en poder de los humanos. Esta empresa, a su vez, delega la tarea en manos del protagonista, Wilkus Van Der Merwe[3], el yerno del capo de la compañía, la complicada tarea del traslado definitivo hacia una especie de campo de concentración para alienígenas. Por si fuera poco, Wilkus resulta ser un completo tarado por lo que las cosas comienzan a complicarse más y más: el escuadrón SWAT que lidera Wilkus debe ir casa por casa y hacer firmar a cada alienígena su consentimiento con la orden de desalojo, quienes, ante la posibilidad de un destino incierto, se niegan rotundamente a ser trasladados. Es en estos casos en que interviene la brutalidad policial para obligarlos a firmar como sea. En uno de estos enfrentamientos, Wilkus recibe una descarga en la cara de un líquido misterioso, que con el transcurrir de las horas comienza a provocarle una profunda mutación genética en su cuerpo. Entonces la MNU y el jefe de una mafia indígena local deciden capturarlo para sus oscuros y siniestros fines, pero en su huida, Wilkus se aliará con un introvertido alien, que también tiene sus propios planes…
Con los minutos, la premisa inicial del film va perdiendo fuerza y Blonkamp decide recostarse en el costado más obvio y espectacular que es el de las escenas de acción, como por ejemplo la impresionante secuencia del
enfrentamiento entre Wilkus -enfundado en un exo-esqueleto robot- y las fuerzas SWAT de la MNU. Prácticamente en ningún momento uno percibe ese efecto de irrealidad o extrañeza que tienen las imágenes generadas por computadora; aquí sale a relucir toda la experiencia de Blonkamp como director creativo de efectos especiales de series como Dark Angel, Smalville y Stargate SG-1. Hacia el final, la cinta aún se reserva un par de escenas conmovedoras, inolvidables, como aquella del sacrificio de Wilkus y su mutación definitiva, o la del ascenso del alienígena aliado hacia la nave madre, contada de forma magistral. En suma, se trata de un film por momentos inquietante, en el cual no dejan de resonar trágicamente referencias permanentes al apartheid, el sistema opresivo y de exclusión que los boers impusieron a las tribus negras, del cual al día de hoy permanecen casi inalterables muchas de sus terribles consecuencias. Una exquisita forma de contar cuán desagradables solemos ser los seres humanos, cuando nos enfrentamos a alguien distinto.

Por: LeoAbsurdo


[1] Algo así como la Villa 31, en pleno Johanesburgo.

[2] Cualquier parecido con el Apartheid, régimen de opresión brutal llevado a cabo por los boer -una minoría blanca- sobre las distintas tribus indígenas no es ninguna coincidencia. En este sentido, Distrito 9 se ubica en las antípodas de “Invictus”, el último film de Clint Eastwood, y su visión idílica e hipócrita de Opresores y Oprimidos tendiéndose la mano y dejando atrás un pasado doloroso.

[3] De un asombroso parecido físico con el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri.

3 comentarios:

Gastón dijo...

Excelente película, la vi dos veces.

CASPA DE MALDITOS dijo...

Si, es una película extraña, que dificilmente te deje indiferente. vale la pena verla y reveerla, y compararla con el pescado que nos quiere vender Clint Eastwood con su ultimo film.

daniela dijo...

Hola :) Muy buena peli, la vi hace poco. No dejé de pensar en los palestinos de la Franja.