Hace casi una semana, visitando a un amigo cineasta en la ciudad de Buenos Aires, me encontré teniendo en mis manos (por primera y quizás única vez) un catálogo del prestigioso festival internacional de cine de Cannes. Mi amigo mencionó una película que llamó su atención; se llamaba “Walz with Bashir”, un documental animado del director israelí Ari Folman.
Al llegar a casa, comencé a descargarla y al otro recién me senté a mirarla.
"Walz with Bashir" es un film documental con una estética innovadora, una animación brillante que no solo deleitará a cualquier fan del comic o a un grupo de cinéfilos, sino también a cualquier tipo de espectador porque lleva la impronta de las más grandes obras de arte.

La película narra, con un juego preciosamente incomodante, claramente autorreferencial, entre lo onírico y lo real, la masacre en los campos de refugiados palestinos en Líbano cuando el ejercito Israelí aniquiló a una población entera en el año 1982 escribiendo una línea más en las continuas violaciones de los derechos humanos. También habla de la memoria, y de esa extraña capacidad para bloquear determinados recuerdos.

Todo comienza cuando el protagonista empieza un viaje por los laberintos de su memoria al encontrarse con un amigo que le cuenta un sueño que se le repite desde que termino la guerra y un hecho crucial que él no recuerda haber vivido pero que todo induce a que estuvo allí; desde ese momento recorre los hogares de sus diferentes compañeros buscando respuesta y haciendo que la historia avance. Cada personaje da su punto de vista ofreciendo una guerra diferente que mezcla la realidad con lo que su memoria crea y recrea después de 20 años. El aspecto onírico de la película aparece desde el comienzo, con la narración de un sueño que conforma una bellísima secuencia de títulos, y en los relatos de la reconstrucción de lo ocurrido que van dejando ideas sueltas en la cabeza del personaje principal. Esta forma de estructurarse y reestructurarse habla de la memoria social, del famoso inconsciente colectivo, que es olvidadizo y generador de nuevas historias o personajes que nunca son del todo reales.
El tratamiento estético del trabajo es una joya de la animación, que mientras se disfruta en la butaca perplejo ante la inmensidad de la pantalla de cine (en mi caso, el desorden de mi habitación y el monitor 14 pulgadas) un espectador siente que esta película viene de un comic (prejuicio provocado por el antecedente cercano de Sin City), pero no, todo lo contrario, es más, es a partir del film que se crea un cómic.

La película es un soplo de aire fresco a la cinematografía mundial y agradezco aquel momento en que mi amigo la mencionó, si no, lamentablemente, nunca hubiese sabido de ella.
Al llegar a casa, comencé a descargarla y al otro recién me senté a mirarla.
"Walz with Bashir" es un film documental con una estética innovadora, una animación brillante que no solo deleitará a cualquier fan del comic o a un grupo de cinéfilos, sino también a cualquier tipo de espectador porque lleva la impronta de las más grandes obras de arte.

La película narra, con un juego preciosamente incomodante, claramente autorreferencial, entre lo onírico y lo real, la masacre en los campos de refugiados palestinos en Líbano cuando el ejercito Israelí aniquiló a una población entera en el año 1982 escribiendo una línea más en las continuas violaciones de los derechos humanos. También habla de la memoria, y de esa extraña capacidad para bloquear determinados recuerdos.

Todo comienza cuando el protagonista empieza un viaje por los laberintos de su memoria al encontrarse con un amigo que le cuenta un sueño que se le repite desde que termino la guerra y un hecho crucial que él no recuerda haber vivido pero que todo induce a que estuvo allí; desde ese momento recorre los hogares de sus diferentes compañeros buscando respuesta y haciendo que la historia avance. Cada personaje da su punto de vista ofreciendo una guerra diferente que mezcla la realidad con lo que su memoria crea y recrea después de 20 años. El aspecto onírico de la película aparece desde el comienzo, con la narración de un sueño que conforma una bellísima secuencia de títulos, y en los relatos de la reconstrucción de lo ocurrido que van dejando ideas sueltas en la cabeza del personaje principal. Esta forma de estructurarse y reestructurarse habla de la memoria social, del famoso inconsciente colectivo, que es olvidadizo y generador de nuevas historias o personajes que nunca son del todo reales.
El tratamiento estético del trabajo es una joya de la animación, que mientras se disfruta en la butaca perplejo ante la inmensidad de la pantalla de cine (en mi caso, el desorden de mi habitación y el monitor 14 pulgadas) un espectador siente que esta película viene de un comic (prejuicio provocado por el antecedente cercano de Sin City), pero no, todo lo contrario, es más, es a partir del film que se crea un cómic.

La película es un soplo de aire fresco a la cinematografía mundial y agradezco aquel momento en que mi amigo la mencionó, si no, lamentablemente, nunca hubiese sabido de ella.
Gonzalo López (http://www.gonzalolo.blogspot.com/)