jueves, 7 de mayo de 2009

Falso Documental: ¿Realidad o ficción?


Ficción y realidad, realidad y ficción. Es tan opaca la línea que separa estos dos términos que a veces uno no termina sabiendo qué es qué. ¿Puede la realidad construirse desde la ficción? ¿Tiene la ficción ciertas cuotas de realidad? Si la “realidad” que nos muestra el aparato audiovisual informativo es construida desde una mirada totalmente atravesada por intereses políticos y económicos ¿Cuánto de ficción tiene entonces ese recorte que se presenta como lo real e indiscutible? Desde la aparición del cine y luego de la televisión, ciertas imágenes han adquirido el valor de verdades universales transformándose en realidades aparentemente incuestionables. Si bien esa idea ha ido perdiendo fuerza, y los medios ya no se presentan como lo real sino como “lo que hay que saber”, la potencia en términos objetivos que tienen las imágenes proyectadas en una pantalla sigue siendo indiscutible. Es por esta razón que el falso documental, género que existe desde los orígenes del cine pero que en las últimas décadas ha adquirido un tono más crítico, viene a romper con ese paradigma y a decirnos, con sutileza e ironía, que, en todo lo que vemos y oímos, está la mano última del hombre, que todo recorta y todo decide. A lo subjetivo, en definitiva, me refiero.



“La Era del Ñandú” es un film de 1987 hecho exclusivamente para canal 7 y dirigido por Carlos Sorín. La película relata la historia de Kurz (sutil guiño al coronel Kurtz de Francis Ford Coppola) un científico que, en los años 60, inventó una droga llamada Bio K2 que podía alargar la vida. A partir de este hecho, las cosas se disparan de forma precipitada: La primer parte del film tiene que ver con lo novedoso del asunto ¿quién poseía la droga? ¿Quién la podía proveer? ¿Qué efectos producía? ¿Quién era su inventor? Luego, una etapa política en donde Sorín deja ver una crítica hacia el Estado lento y burocrático que reacciona siempre después de que las cosas suceden. Por último, una etapa mística en donde Kurz se transforma en un guía espiritual y misterioso a la vez, ya que nadie nunca lo ha visto, nadie tiene una foto de él. De esta forma, largas procesiones de gente recorren las ciudades agradeciéndole a la Bio K2 por sus grandísima generosidades. Pero por último, el olvido: es que una nueva atracción ha invadido Buenos Aires: el ula ula. Los tiempos del Bio K2 quedaron atrás, en el anecdotario quizás, en el patio trasero de un país que se agita casi con el mismo ímpetu con que desea olvidar, cambiar el ángulo de la información.

El film de Sorín, que dura apenas 40 minutos, es un falso documental que, a diferencia de otros, uno lo sabe irreal a los pocos minutos de comenzado. Quizás porque estéticamente no haya envejecido del todo bien. Quizá también por lo dantesco de los hechos que se van sucediendo. Lo que si es seguro, es que la historia nos hace reflexionar sobre el ser nacional y la manera en la cual históricamente hemos “comprado humo”. Nada de lo que se presenta es real, pero podría haber sido cierto en esta argentina que ha sabido comprar el “1 a 1”, las dictaduras salvadoras, la pizza y el champagne y muchas otras cosas. Entonces uno se pregunta ¿porqué no?

Juan Francisco